La formación católica: qué es lo importante en un proceso educativo

Un colegio católico respira un aire particular, lleno de fraternidad y de valores. La formación católica no solo se trata de clases de religión y de celebrar la Primera Comunión, se trata de vivir en una comunidad que es solidaria con los más necesitados, que cree en el perdón, en la vida trascendente y que es sensible a las problemáticas personales y sociales en las que vivimos. Un colegio católico cree en el valor de la amistad, la verdad, la familia, la espiritualidad, la amabilidad, la inclusión y tantos otros valores que Jesucristo ha propuesto al mundo entero.

La Iglesia Católica, desde el Concilio Vaticano II se ha cuestionado sobre los objetivos y los métodos que se utilizan para formar en la fe y en la religión. Cargamos con una pesada tradición en la que lo importante era conocer y seguir la doctrina. Ahora nos cuestionamos como Iglesia si lo importante es verdaderamente eso, o si lo importante es conocer y seguir a Dios. Son dos maneras muy distintas de ver la formación religiosa, espiritual y en la fe.

¿Qué es lo más profundo de nuestra fe? ¿Qué quisiéramos dejarle a nuestros niños y jóvenes? No hay nada más grande ni más profundo que el infinito amor de Dios por nosotros. Es ahí donde empieza y termina todo, en el amor de Dios por cada ser humano. Después de este anuncio, lo que sigue es responder, es dar pasos en esta realidad. Para corresponder a ese amor, para vivir en ese amor, lo primero es conocer a Dios, porque no se ama lo que no se conoce y ese es el gran reto: que los niños y jóvenes entablen una relación personal con nuestro Señor.

Cuando hay una relación estrecha con una persona, hay confianza, hay cariño, hay seguridad, hay libertad. Así debe ser la relación con Dios: forjada en el afecto, donde hay confianza absoluta, parte de la decisión de dejarse amar, no hay miedo, no es una obligación, no es por tradición. En esa relación se construye el deseo de adoptar un estilo de vida en el que Dios es el centro. Así, con Él, podemos tomar decisiones, poner en sus manos las alegrías y dificultades, pedirle su guía, su luz y su paz.

Los niños pequeños tienen una facilidad enorme en la dimensión espiritual y reconocen con claridad la presencia de Dios en su interior. Podemos orar con ellos, reflexionar alrededor de la Biblia y acercarnos a los sacramentos. En los niños, lo fundamental es sembrar la semilla de la relación con Jesús: la Luz de la vida, el Buen Pastor que ama a sus ovejas; esta relación se estrecha con la oración espontánea, los cantos, momentos de paz y encuentro experiencial con Él.

Con los jóvenes lo primero es confiar en ellos, creer en ellos. Los jóvenes también tienen deseo de profundidad y de trascendencia. Como es natural, repelen las normas, incluso las que les hacen bien; cuestionan a los adultos, a los que más quieren y que más los quieren (papás, profesores e incluso a Dios mismo), pero eso no quiere decir que no los amen o que quieran alejarse de ellos. Un jóven que tiene sembrada la semilla de la fe siempre tendrá el deseo de que esa fuerza interior crezca, madure y le dé sentido a su vida. Con los jóvenes la clave es el servicio, la ayuda a los más necesitados, el encuentro, la música y la profundidad. Más experiencia y menos academia.

La formación católica en el Gimnasio La Montaña se caracteriza porque todos son bienvenidos, no hay fanatismos, es posible preguntar y refutar, es posible no ser creyente y hacer parte de la comunidad sin barreras ni discriminaciones, ofrece una formación esencial en la cual lo importante no es adoctrinar, lo importante es trasmitir el amor de Dios vivo, sus enseñanzas y buscar la forma de estrechar la relación con Él.

Felipe Henao Guáqueta

Director del departamento de Pastoral y Catequesis del Buen Pastor.