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PALABRAS DE LA RECTORA, MA. MERCEDES DE BRIGARD MERCHÁN

Queridos bachilleres, queridos padres de familia, queridos profesores y administrativos, amigos:

Hoy estamos reunidos para celebrar la graduación de nuestra vigesimoséptima promoción. Nos congregan ustedes, hasta hoy estudiantes del GLM y, al salir de esta ceremonia, exalumnos. Todos los que estamos aquí queremos que nos dejen compartir la inmensa alegría que ustedes están experimentando al concluir 15 años de vida en la escuela, unos pocos de vida preescolar y otros, más o menos 13, de vida escolar. Algunos de ustedes llegaron a La Montaña a los 5 años y otros fueron sumándose a esta promoción a lo largo de los siguientes períodos escolares; todos son para nosotros nuestros queridos bachilleres. Y para todos van estas palabras que tengo el privilegio de dirigirles.

Es muy significativo para mí representar a nuestro amado colegio en la ceremonia de graduación, aunque todos los años me debato al escoger el tema que guiará cada año mi discurso de grado. Este año, sin embargo, queridos niños y niñas, no fue tan difícil decidir y no lo fue, porque disfruté mucho siendo una de sus profesoras de Ética y porque estoy convencida de que la Ética será su derrotero más significativo en el resto de sus vidas.

Quisiera iniciar esta disquisición afirmando que la real diferencia entre nosotros y los demás mamíferos superiores es que somos seres morales y espirituales. Por más esfuerzos que hagamos en igualar nuestro lugar en el universo al de todos los seres sintientes que lo habitan con nosotros, no nos encontraremos con ninguno de ellos en el ámbito de las reflexiones éticas. Se los aseguro. Que hayamos avanzado como especie en el reconocimiento y respeto de otras vidas, no nos volverá nunca su compañero; cualquier intento en ese sentido siempre será un artificio.

Partamos, entonces, de que la vida del ser humano está llamada a ser cada día mejor y que esto siempre pasará a través de la senda de la Ética. Esta es, pues, mi segunda afirmación. Ese es el lugar que nos corresponde. Y mi tercer planteamiento es que hoy, más que nunca, hoy en 2024, alguien que quiera tener una vida digna y valiosa, tiene que ponerse unos lentes permanentes que pasen todo cuanto vivimos, por esta disciplina maravillosa y entrañable que es la Ética. Y digo permanentes porque no hay asunto que nos competa que no necesite de esa mirada.

A lo largo de mi vida me he preguntado una y otra vez, si el ser humano se hace mejor persona en la medida que progresa técnica y científicamente. John Stuart Mill pensaba que sí. Marx también. Mi opinión también ha sido generalmente afirmativa. En estos días, sin embargo, pensando en ustedes, tuve claro que, si su futuro no está marcado por el pensamiento ético, serán muy infelices. Aunque sean exitosos. Queridos bachilleres. El ser humano avanza y avanza sin parar. La semana pasada le oí estos datos al humanista Richard Saller presidente de la Universidad de Stanford, refiriéndose a los avances en los indicadores de bienestar a lo largo y ancho de nuestro planeta:

•Durante el siglo pasado, la expectativa de vida aumentó en los Estados Unidos de   América en 40% y, desde 1970 hasta hoy, ha subido universalmente 16 años .

•La mortalidad en menores de 15 años pasó de 50% a 25% entre la antigua Roma y el año de 1950 y a 4% en el momento actual.

•La extrema pobreza disminuyó de 1.9 billones de personas en 1990 a 800 millones en la actualidad, considerando además que en ese mismo período la población universal pasó de 5 a 8 billones. Lo que equivale a pasar de un 43% a un 10%. en una sola generación.

•El alfabetismo en la humanidad pasó de un 10% en la antigüedad a 42% en 1960 y a 87% en la actualidad.

¡Esto es impresionante! Estos son solo algunos datos que ilustran los adelantos médicos, el progreso social, por supuesto lo alcanzado desde la creación del internet a finales de la década de los 60 hasta la inteligencia artificial que ha sido la locura desde noviembre de 2022. En fin, cualquier enumeración resultará incompleta.

¡Pero somos una paradoja! A la par con lo anterior, estamos viviendo diferentes conflictos de una crueldad nunca imaginada. Desplazamientos de pueblos enteros, guerras que creíamos superadas, polarización extrema desde las grandes naciones hasta los rincones más pobres del planeta. La democracia, que creíamos ser una de nuestras mayores conquistas, cada día se ve más amenazada: en el índice de Democracia Global de 2023, sólo 8 % de los 167 países son catalogados como democracias plenas. En fin, también aquí es imposible atinar en un recuento exhaustivo

Pero quiero ahondar en una de las contradicciones más propias de nuestro momento histórico y de las múltiples generaciones de este: la abundancia incontenible de la información y de la desinformación. El potencial de multiplicación de las comunicaciones es infinito. Este fenómeno, que algunos llaman la democratización de la información, tiene su propia perversión: la difusión de la mentira y la amplificación del odio. La realidad de la sociedad contemporánea es que no es posible distinguir dónde están los datos reales, dónde está la información veraz.

Estamos condenados, están condenados ustedes hoy, a navegar entre luces y sombras: luces de conocimiento, de progreso, de florecimiento humano y sombras de la perfidia en el uso de los grandes avances de la humanidad.

Y aquí me devuelvo a mi planteamiento original: solo nos salva la Ética. No podemos esperar que las normas o las leyes o las autoridades sean quienes ejerzan el control social de este ser humano tan poderoso e incontenible. Solo nos salva la Ética.

Esto suena bien, pero es complejo. La Ética es incómoda, es muy incómoda. La decisión de mirar todo a través de los lentes de la moral es profundamente humana y protectora, pero no está exenta de incertidumbre. Es que el bien común dejó de ser claro con la pérdida de la confianza que entraña la desinformación. Esta, la confianza, que era el pegante de los lazos sociales, desapareció. Sólo nos queda la Ética para llevar una vida digna. Me voy a atrever a darles un par de consejos para iniciar este camino.

El primero: privilegien, en la planeación de su futuro, la reflexión acerca de los valores por los que se guiarán. Antes que sus metas. Sus valores serán como una gran plataforma sobre la cual ustedes construirán todo cuanto persigan.

Segundo: orienten hasta la más pequeña de sus decisiones por esos valores; eso les dará coherencia a sus vidas y les permitirá mirarse siempre al espejo con orgullo por las personas que han construido.

En tercer lugar, antepongan el ser unas buenas personas al ser exitosos. Nunca, al contrario. La búsqueda del éxito no siempre señala derroteros éticos mientras que el propósito de ser buenos, sí.

Solo nos salva la Ética.

No puedo terminar mis palabras sin traer a nuestra celebración al humilde carpintero de Nazaret. Si la Ética es la guía racional de la bondad, nuestra fe en Cristo es la esperanza. No renuncien a Él por las vanidades de la inteligencia o del éxito. Caminen siempre de su mano con obediencia y humildad.

Felicitaciones y mis mejores deseos para todos ustedes.

María Mercedes de Brigard