¿Qué significa formar para la vida en tiempos de incertidumbre? Discurso de grado 2025, Ma. Mercedes de Brigard – rectora

Queridos bachilleres de la Promoción 2025, queridos papás y mamás, queridos profesores, profesoras y demás colaboradores, estimados amigos:

Este año escolar ha sido un año muy feliz para mí. Las palabras que les dijimos en el desayuno de bienvenida a Once, referentes a lo importante que era su rol en la vida escolar, no incluyeron algo que he descubierto este año con ustedes y que en adelante sí diré: su influencia en el ánimo de la rectora. Tener una promoción amable, alegre, cariñosa y madura fue un aliento permanente para mí. Gracias por eso. Niñas y niños (siempre me tomo la licencia de decirles así, aunque casi todos si no todos, ya son mayores de edad). Se están graduando ustedes en un momento histórico saturado de guerras, desplazamiento, discriminación, inequidad, populismo y democracias en riesgo. Y también de un clima de corrupción, odio e indolencia de muchos políticos y gobernantes frente a las necesidades vitales de los ciudadanos. Todo lo anterior a nivel mundial y nacional.

Podría uno pensar que la humanidad va hacia atrás y sumirse en el pesimismo y la desesperación que se vuelven justificación del egoísmo y del enconchamiento. Parece mejor ensimismarse, dedicarse a “cuidarse” y esto sin remordimiento porque “nos tocó”, porque “el mundo está cada vez peor”. Porque no comparto esa visión y porque creo que eso es peor que todos los males de los que quisiéramos huir confinándonos entre “los buenos”, hoy quiero hablar de la esperanza. El concepto de esperanza viene del vocablo latino “sperare” que significa esperar, en el sentido de esperar algo con la expectativa de que ocurra. Quiero recalcar que no se trata simplemente de aguardar que pase un tiempo determinado; mi insistencia es en la apertura a que lo que espero y quiero que ocurra porque es bueno, ocurra, sin, necesariamente, saber cómo ni cuándo. Y la esperanza a la que me acojo en primera instancia es la esperanza en la humanidad. En un primer sentido de este término, me refiero, no al género de los individuos biológicos a quienes llamamos seres humanos, sino a la realidad, mucho más rica, del conglomerado de aquellos a quienes denominamos personas. Y, en segundo lugar, quiero significar con este término aquello a lo que aludimos en la vida cotidiana cuando calificamos como “falta de humanidad” a algo cruel, perverso o nos referimos como “por simple humanidad” al deber ser más esencial de las personas. ¿Qué espero (y quiero) de la humanidad, de las personas? Que amen el bien y la verdad y los persigan con denuedo. Estoy convencida de que esta esperanza se funda en lo que ha venido sucediendo desde el principio de la humanidad. Nuestra principal aventura, la aventura que nos corresponde es la de perseguir el bien y la verdad. Y lo hemos hecho y lo seguimos haciendo. Sin descanso y sin fin. Desde siempre y por siempre. De esta vocación humana dan cuenta los avances de la ciencia, la filantropía, las religiones, el Derecho, la educación, el arte, las democracias, los derechos humanos. Personas pensando el bien, personas haciendo el bien. Personas explorando los caminos para acercarse a la verdad. Nuestros tiempos no son solo de violencia y descomposición. Somos también los creadores y los primeros beneficiarios de la inteligencia artificial, de los adelantos más increíbles de la medicina, de la proliferación de las ONGs y toda suerte de fundaciones con fines humanitarios. El futuro es esperanzador. Y entonces ¿el mal y el dolor y la mentira? ¿Acaso es esta una visión optimista irracional? ¿O es la posición del avestruz? Me gusta la distinción que hace el filósofo coreano – alemán Byung – Chul Han en su libro “El espíritu de la Esperanza”. En sus palabras textuales:

“No es lo mismo pensar con esperanza que ser optimista. A diferencia de la esperanza, el optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperación. Su naturaleza es la pura positividad. El optimista está convencido de que las cosas acabarán saliendo bien. Vive en un tiempo cerrado. Desconoce el futuro como campo abierto a las posibilidades. Nada acontece para él. Nada lo sorprende. Le parece que tiene el futuro a su entera disposición.” (Byung-Chul Han, El Espíritu de la Esperanza, págs.. 19 y 20 El optimismo así visto, sí me parece poco inteligente. La esperanza, en cambio, no. La esperanza es racional, liberadora, creativa, constructiva. La persona esperanzada no niega la existencia del dolor y del mal. Los ha experimentado, los reconoce, sabe que hay que vivir con ellos. Y les teme; porque el dolor y el mal atemorizan a los seres racionales. Pero la esperanza es la salvación del miedo que estos generan. Ustedes, queridos niños y niñas, han experimentado en diferentes momentos de sus vidas y en diferentes proporciones, el dolor, la frustración, la desilusión. Y aquí estamos hoy, asistiendo a la culminación de 18 años de esperanza y al inicio de otros muchos de más esperanza. El discurso desesperanzador y a veces desesperado se instala en el miedo. Negando la prevalencia del bien sobre el mal en la cual yo creo profundamente como el cimiento de la esperanza. Reconozco que es difícil hacer oír la tenue voz de la esperanza en medio del estruendo del mal y del desasosiego. ¿Por qué hablamos más del mal que del bien? Porque vivimos este último en la cotidianidad, estamos familiarizados con él, la gran mayoría de quienes nos rodean son personas buenas, es lo normal; mientras que lo inicuo, lo siniestro es lo verdaderamente excepcional y atrae nuestra atención un tanto morbosamente. En realidad, el fundamento de la esperanza es que en la humanidad prevalecen la bondad, la verdad, el amor. Abrumadoramente, pero sin algarabía. El mal es lo excepcional. Dice el Génesis en su primer capítulo que “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”, es decir, ni más ni menos que nos parecemos a Él. Oigan bien: desde el mismo inicio de nuestro libro sagrado, está dicho que somos esencialmente buenos. Cierro esta sencilla despedida con el lenguaje de la esperanza cristiana, haciendo mías las palabras de nuestro amado papa Francisco, en su libro Esperanza, publicado en enero de este año:

“Estad seguros de que la realidad más profunda, más feliz, más hermosa para nosotros y para nuestros seres queridos está por llegar. Y si un estadista os dijera lo contrario, aunque el cansancio os hubiera mermado las fuerzas, nunca perdáis esta esperanza que no puede ser derrotada. Rezad repitiendo estas palabras, y, si no lográis rezar, susurradlas en vuestro interior; hacedlo, aunque vuestra fe sea débil, susurradlas hasta creer en ellas, susurrádselo también a los desesperados, a los que tienen poco amor: el mejor vino está por venir.

Ǫue tengáis buen viaje, hermanos y hermanas.” (Papa Francisco, “Esperanza”)

¡Que tengan buen viaje, queridos bachilleres!

Bogotá, 20 de junio de 2025

Admisiones Gimnasio La Montaña

Email: admisiones@glm.edu.co 
Whatsapp: (+57) 302 215 6616

Comparte este artículo en:

Facebook
LinkedIn