“En el momento en que se asume la responsabilidad del error y se reconoce la culpa, el problema se comparte. De lo contrario, es un proceso solitario y traicionero.” Luis Guillermo Velásquez (1).
Recientemente, he reflexionado sobre este tema, motivada por las familias que buscan segundas oportunidades para sus hijos después de incidentes de bullying. También lo he abordado en el ámbito laboral, donde existe resistencia a dar y recibir retroalimentación por temor a reconocer errores u oportunidades de mejora. Asimismo, al hablar de las “súper mujeres” que asumen múltiples roles y desean hacerlo todo perfectamente debido a que el error aún está mal visto.
¿Qué espacios estamos promoviendo para que el error sea una oportunidad de aprendizaje y no una fuente de vergüenza? Considero que superar la vergüenza es crucial para permitirnos cometer errores abierta y responsablemente y así aprender de manera significativa.
En colegios como el Gimnasio La Montaña, no se califica a los estudiantes, sino que se promueve la evaluación cualitativa, fomentando así una mentalidad de crecimiento y oportunidades de aprendizaje sin exponer los errores a través de una calificación numérica. El objetivo siempre es el aprendizaje.
Sin embargo, ¿qué sucede en nuestros hogares? A menudo estamos confundidos entre ser permisivos y formativos, temerosos de establecer límites y justificando cualquier error de los hijos. Tememos que los etiqueten por sus errores, por lo que justificamos sus acciones erróneamente con la intención de protegerlos.
Quizás podamos empezar reconociendo que no somos los errores que cometemos. Describir las situaciones sin implicar que esos errores son características de las personas; así les damos (y nos damos) la oportunidad de reparar, aprender y crecer en una comunidad con ética y responsabilidad.
Personalmente, temo cometer errores y no tener la madurez para reconocerlos. Aquí presento algunas ideas para promover la responsabilidad ante los errores en niños, jóvenes y adultos:
- Hablar en primera persona para tomar responsabilidad de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos.
- Despersonalizar los errores para no identificarnos con ellos.
- Evitar generalizaciones y utilizar observaciones fenomenológicas en lugar de interpretaciones.
- Siempre considerar la reparación y el aprendizaje como parte del proceso.
- Visibilizar a los adultos que cometen errores y resaltar su proceso de reparación.
- Evaluar en las instituciones educativas en lugar de calificar.
- Evitar los castigos y permitir que se asuman las consecuencias de las acciones.
- Fomentar la mentalidad de crecimiento y brindar oportunidades de aprendizaje adaptadas a cada individuo.
- Abrir espacios de retroalimentación frecuentes para exponernos más y temerles menos.
- Concentrarnos en el aprendizaje y no en las notas.
En resumen, la valentía de asumir los errores sin vergüenza es una habilidad social que podemos enseñar con el ejemplo y la empatía. El verdadero aprendizaje ocurre cuando nos responsabilizamos de nuestras equivocaciones.
Juliana Molina Urdinola Directora de admisiones y relaciones públicas Gimnasio La Montaña