Construyendo el éxito escolar: La importancia de hábitos y rutinas en la primera infancia

La formación de hábitos y rutinas en las primeras etapas de desarrollo de nuestros niños es fundamental pues, además de moldear su día a día dándole sentido, también impacta significativamente en su éxito académico futuro. Más allá del aula, y el seguimiento de instrucciones en el ambiente escolar, establecer hábitos sólidos y rutinas bien definidas será crucial para el desarrollo cerebral y de las funciones ejecutivas.

Durante estos primeros años formativos, el cerebro está en constante evolución y los hábitos bien arraigados y estructurados fortalecerán y configurarán las conexiones neuronales, además de permitirles anticiparse y estar alerta sabiendo qué va a pasar y qué se espera de ellos. Rutinas como la hora de dormir, los momentos para las comidas y la organización de actividades regulares, contribuyen con la estructuración cerebral promoviendo la concentración, la memoria y la autodisciplina o autogestión. Además, practicar la atención plena en estas actividades, fortalece aún más estos hábitos. Y acá una recomendación especial para las familias, los adultos, profesores y cuidadores: evitemos en los niños, distracciones como ver televisión durante las comidas o usar tabletas mientras se realizan tareas; debemos procurar en ellos el hábito de la concentración en una sola actividad para mejorar la atención y la conciencia de las acciones que se están realizando.

Por otro lado, la autorregulación, la planificación y el autocontrol, son habilidades ejecutivas clave para el éxito académico y la vida en general, y tener rutinas diarias proporciona un marco sólido para desarrollar estas competencias. Por ejemplo, una rutina establecida para hacer la tarea después de tomar onces fomenta la autorregulación y la planificación, mientras que el cumplimiento de horarios establecidos enseña el valor del tiempo y la responsabilidad.

Crear y mantener hábitos efectivos requiere consistencia y paciencia, y para tener éxito en esta labor, lo ideal será involucrar a los niños en el proceso, permitiéndoles tener un papel activo en la planificación y ejecución de sus propias rutinas.  Tomar fotos de ellos con las conductas deseadas les permite observar cómo se ve ese comportamiento esperado y es más fácil para su cerebro llevar a cabo esa conducta que deseamos implementar como rutina. Centrarse y enfocarse en lo que esperamos de los niños les permite cumplir dicho comportamiento. Por ejemplo, “recogiste tu ropa y la dejaste en la canasta de la ropa sucia. Eso es muy amable con tu mamá para que la pueda lavar y deja tu cuarto ordenado y limpio”. Establecer horarios predecibles, celebrar logros y brindar apoyo durante la transición hacia nuevas rutinas son otras estrategias útiles. Una recomendación es que acompañemos con imágenes y ayudas visuales los pasos de las rutinas que se establecen pues esta acción le permite al cerebro comprender y enfocarse en comportamientos deseados; por ejemplo: primero como, luego me lavo los dientes, luego leo un cuento, rezo y por último me acuesto a dormir. Y un tip más… la flexibilidad juega un papel importante en este proceso así que, permitan hacer ajustes cuando sea necesario. Esta podría ser una de esas situaciones: en caso de que la abuelita cumpla años y la rutina deba cambiarse, se puede agregar una imagen que muestre que hay una celebración y que ese día no habrá cuento pues irán a comer con ella; de esta manera los niños saben que, aunque tengamos una rutina que es general, hay ocasiones en que puede cambiar y les modelamos cómo flexibililizarnos frente a los cambios que se presenten.

El acompañamiento de los papás o cuidadores (nanas, abuelos, tíos) es primordial en la creación de hábitos y rutinas efectivas. Ellos actúan como modelos a seguir, mostrando la importancia de la consistencia y la organización; así que el proporcionar un entorno estructurado y de apoyo emocional durante la formación de hábitos fortalecerá la confianza y dará seguridad a los niños.

En resumen, construir hábitos y rutinas sólidas en la primera infancia no solo afecta positivamente el día a día, sino que establece bases para un desarrollo cerebral saludable y el fortalecimiento de habilidades esenciales para el éxito a largo plazo, tanto académico como personal. Estas rutinas son más que simples acciones diarias, constituyen la clave para desarrollar el potencial de nuestros hijos y prepararlos para un futuro promisorio y feliz.